Hola, ¿cómo estás?
Creo que ahora pasando por un tiempo de soledad…
Como no sé nada de ti, te cuento algo sobre mí.
Soy una mujer de 61 años, docente jubilada, profesional universitaria todavía ejerciendo, tengo esposo, cuatro hijos, siete nietos, dos bisnietos, mi mamá, hermanos y sobrinos.
Como verás, muchos integrantes de la familia, que tengo cerca o más o menos cerca, sin distanciamientos emocionales de tipo alguno.
Sin embargo, aunque te cueste creerlo, también siento la soledad.
¿Cuándo? Cuando aparecen esos momentos de preocupaciones, de cosas que duelen, que no se pueden explicar, de difícil solución …
Esas que no son fáciles de contar, sea porque no se quiere preocupar al confidente, sea porque siempre pretendo ser la mujer maravilla que todo lo soluciona…
Entonces quiero contarte a las cosas a las que recurro, para salir adelante:
A la niña que llevo en mi, que me acompaña desde siempre, que es mi confidente…
A la música, de todo tipo, a veces más alegre por los sones, otras más reflexivas por lo que dicen las letras…
A la lectura, a veces de cosas sencillas, otras más elaboradas, y a veces, a algún libro de lectura de la época escolar, como PERICO de Morosoli, o que pueden ser de literatura adolescente, pero que van más allá, como por ejemplo: MI PLANTA DE NARANJA LIMA de José Mauro de Vasconcelos.
Leerle a los nietos o bisnietos, es la excusa (a veces), para volver a esos libros…
Como verás, tanto por la música, como por las lecturas, apelo a los buenos recuerdos, esos que tenemos guardados, de momentos, personas, sabores, colores, olores.
No sé si viste la película de dibujos animados llamada “Ratatouille”, en ella, hay una escena absolutamente real, que nos pasa a todos, cuando el crítico más famoso y riguroso de la comida francesa, prueba esa preparación, llamada Ratatouille, e inmediatamente un tubo del tiempo lo lleva a una escena de su infancia, con su mamá cuidándolo amorosamente y preparándole ese plato, con ese sabor inolvidable, que todo lo podía curar…
Quizás hayas escuchado al Sabalero cantar: “ que no llueva nunca sobre mis recuerdos, que no se lave lo que yo viví…”
O a Pablo Estramín, cantando “ caminos que he recorrido, devuélvanme las pisadas, para que el tiempo no borre, nunca, lo que almacena mi alma…
Te propongo un ejercicio:
Suponte que pudieras encontrar un cofre con tesoros…
¿Qué esperarías encontrar en él? ¿Cuáles serían los tesoros que no podrían faltar?
Te ayudo con alguno de los que yo quisiera que tenga… la posibilidad de abrazar de nuevo a mi padre, aunque sea por un momento chiquito; el olor de mi portafolio escolar, mezcla exquisita del perfume del cuero, la madera de los lápices y la manzana de la merienda; los colores maravillosos, de las hojas del parral de mi casa de infancia, cuando llegaba abril, y no había paleta de pintor posible para tanta variedad, y que cuando empezaban a caerse, me dejaban aquellos racimitos escondidos para seguir saboreando; el perfume del aliento de los bebés; mi hamaca en el sauce llorón…
Espero que tu imaginación busque esos tesoros, y al reencontrarte con ellos, sientas que no estás solo/sola, que este tiempo va a pasar, que hay algún niño esperando que le cuentes sobre tus tesoros y sobre tu vida, que es muy valiosa…
Un abrazo.
Dorita

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