¿Por qué duelen las articulaciones con el frío y cómo cuidarlas?

Las bajas temperaturas no solo hacen que aumenten los resfríos, las gripes e infecciones respiratorias, sino que también acentúan los dolores a nivel muscular y articular. Son varios los motivos de esta correlación directa entre el invierno, la humedad y este tipo de malestares.

En principio, durante los meses de frío se produce una vasoconstricción que afecta el aporte de sangre al músculo y eso deriva en contracturas y rigideces que empeoran cierta estabilidad articular, que se encuentra afectada por patologías degenerativas propias de la edad -como son la pérdida de fuerza y de colágeno, por ejemplo-. En estas ocasiones también puede que se vea afectada la elasticidad en ligamentos y tendones.

Además, durante los meses de otoño e invierno los músculos se ven más contraídos producto del frío y esto obliga a que las articulaciones estén más rígidas, ya que los tendones y fibras musculares se contraen más de lo común, y deriva en una gran presión de las articulaciones que termina por provocar dolor. Los malestares aumentan por la dificultad que tiene el cuerpo de entrar en calor y así las articulaciones tardan más tiempo en empezar a funcionar de modo correcto. Y entre quienes tienen fracturas articulares u óseas, así como lesiones en los músculos ese padecimiento se ve agravado.

En algunas personas la sensación provocada por el frio es tal que las articulaciones afectadas dejan de responder de manera correcta, y esto se percibe debido a que los dedos pierden movilidad y quedan cuasi rígidos, viéndose imposibilitados de sostener objetos con fuerza.

Las contracturas también se ven en aumento durante el invierno debido a la mala postura que adoptamos cuando sentimos frío, como elevar los hombros, encorvar el cuerpo, agachar la cabeza, y así tendemos a generar mayor tensión. Otra razón es debido al contraste de temperatura entre ambientes cerrados y abiertos.

¿Cómo podemos hacer para cuidar nuestras articulaciones?

He aquí una serie de consejos y recomendaciones simples y prácticas con el objetivo de sortear este tipo de dolencias en los meses donde se acentúan los malestares en las articulaciones.

  • Mantener el calor en las articulaciones mediante el uso de ropa y calentadores en las extremidades inferiores y superiores, que son las partes del cuerpo más expuestas y afectadas. Por eso se aconseja usar guantes y medias. Es importante abrigarnos para no hacernos más daño en las articulaciones, ya que la tirantez muscular las afectará deteriorándolas poco a poco.
  • Es recomendable aplicar fuentes de calor sencillas como paños calientes o bolsas térmicas.
  • Para aquellos que sufren patologías crónicas como la artrosis están muy indicados los spas, ya que combinan la cuota de calor que dan las aguas termales y el ejercicio.

En cuanto al ejercicio en invierno, ¿qué no debemos olvidar?

Entrar en calor y elongar suavemente antes de iniciar la rutina física. Beneficia la articulación de las rodillas en muchos aspectos. Aumenta la circulación de la sangre y asegura que el músculo y los ligamentos no estén muy apretados. Como resultado, se reduce la tensión en el tendón y la presión sobre la rodilla se afloja.

La alimentación como aliada para prevenir lesiones. Es esencial evitar, dentro de lo posible, las retenciones de líquidos producidas por dolencias como la artritis, el reuma, el exceso de ácido úrico. Para ello tenemos que evitar consumir alimentos ricos en purinas, e ingerir productos que faciliten la eliminación de líquidos y toxinas como por ejemplo el té. La gelatina es muy buena porque contiene altas dosis de colágeno, uno de los principales componentes de los tendones. Este aporte hará que tengamos unas articulaciones más fuertes y resistentes.

Evitar exceso de ejercicio y rápidos incrementos de intensidad. Hay quienes lastiman sus rodillas por sobreuso y demanda excesiva. Por eso, la planificación de tiempos de descanso es muy importante al hacer ejercicio. También hay que procurar que el cuerpo se adapte de forma gradual y progresiva a la rutina de entrenamiento. Hacer “mucho, muy rápido” puede lesionar las rodillas. Son preferibles los terrenos llanos a los que son en subida.

Mantener el calor corporal y proteger los pies. Esto será más importante si se practica el deporte en la calle. Usar calentadores y prendas de comprensión, ya sea de neopreno u otro material, que ayuda a conservar una temperatura homogénea en todo el entrenamiento. Usar el número de calzado adecuado para nuestro tamaño de pie también es importante para cuidar las rodillas.

Mantener un peso adecuado y escuchar a nuestro cuerpo. Un peso excesivo puede incrementar el riesgo de padecer enfermedades degenerativas, como la osteocondritis.
El dolor es señal de que estamos ejerciendo demasiado estrés sobre las rodillas. Cada persona conoce su cuerpo como nadie y cada uno tiene una determinada tolerancia al dolor. Hacer un buen diagnóstico o eliminar el factor que cause el problema es el primer paso para evitar lesiones.

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